miércoles, 27 de agosto de 2014

KUNG FU CONTRA LOS 7 VAMPIROS DE ORO

         En el Festival de Sitges de 1986 conocí a un señor con gorra turística similar a un capitán de barco. Charlamos un rato y, en el transcurso del certamen, siempre que nos veíamos me saludaba a la manera militar. Este señor, entre otras, había dirigido la mejor versión  del hundiminto del más famoso paquebot:A Night to Remember(“La última noche del Titanic”, 1958). Este señor era Roy Ward Baker (Londres, 1916- Londres, 2010). Entró en la compañía Hammer más tarde que otros realizadores como John Gilling o Freddie Francis y lo hizo con una película importante del género de Ciencia- Ficción: “Quatermass and the Pitt (“¿Qué sucedió entonces”) --- tercera vuelta de tuerca del personaje con el cual entró la productora Hammer en el género fantástico y de terror (1) ---  en 1967 cuando la compañía de los Michael Carreras y Anthony Hinds estaba en la cúspide de su actividad gracias al éxito de las versiones de Terence Fisher (2).

Roy Ward Baker realizó varios trabajos para Hammer siendo “Dr. Jekyll and Sister Hyde” (“Dr. Jekyll y su hermana Hyde”, 1971) su mayor logro dentro del género fantástico y uno de los mejores de su carrera pofesional. Cuando Hammer llegó a su fin (mitad de los 70) hizo el experimento de mezclar dos géneros, el de fantasía y terror con el de karatecas y kung-fu, conectó con la Shaw Brothers (Hong-Kong), productora especializada en artes marciales y encargó a Baker dirigirla en su parte “fantástica” mientras Chang Che (no acreditado) realizaba las escenas de karate y kung-fu naciendo así The Lengend of the 7 Golden Vampires (1974), titulada en España “Kung-fu contra los 7 vampiros de oro” cuando fue estrenada un año después (1975).
La película no funcionó mal en taquilla pero la falta de entendimiento entre las dos productoras frustró la aparición de algún título más aunque según Michael Carreras el público se decantaba ya por un fantástico no formado por personajes/iconos clásicos tipo “El Exorcista o “La Profecía” y, desgraciadamente, Hammer desapareció. Algo de razón tenía Carreras aunque también pudiera ser en parte la saturación del mercado. Recordemos como tras la eclosión de la compañía británica muchos decidieron imitarla (gracias al éxito de Hammer surgió el cine de terror italiano con Mario Bava, Riccardo Freda y Antonio Margheriti al frente o Roger Corman en USA con su serie sobre adaptaciones de Edgar Allan Poe lo cual me parece muy positivo, por citar dos ejemplos; “La máscara del demonio” de Bava es una obra maestra además de una serie de films muy apreciables) y aún, en alguna ocasión, alguien la criticó cuando él no había hecho nada más que denigrar el género en su totalidad (recordar aquel señor con nombre bíblico y apellido de dictador el cual dio la peor versión basado en el personaje de Bram Stoker con un Christopher Lee pesimamente estático al mismo nivel que el resto del reparto sin hablar de la inexistente dirección: “El Conde Drácula”, 1970, coproducción española, “of course”).
La puesta en escena de Ward Baker es consistente y la progresión narrativa generalmente es fluida especialmente en las escenas nocturnas. Algún molesto zoom y alguna secuencia de lucha la cual se pega a otra de cine “fantastique” y produce una discutible extrañación, aunque no llegue a chirriar, no empaña los aciertos de la realización de una película que con el paso del tiempo ha subido su cotización por parte de los auténticos estudiosos, aficionados e interesados por el fantástico. Antes de empezar Ward Baker tenía ante si un material difícil (nunca se había mezclado el vampirismo con el kung-fu), en otro realizador se podía haber caído en el más espantoso de los ridículos y sin embargo Baker logra un producto con una dignidad estética más que notable.
El guión es de Don Houghton (también actúa como productor para Hammer mientras Vee King Shaw lo hizo para Shaw Brothers) quien recicló otro de la compañía que nunca se filmó: “Kali, Devil Bride of Dracula” (se habían pensado en Terence Fisher para dirigirla), substituyendo el exotismo de la India por el de China y realizó otro libreto, subvalorado y a veces atacado injustamente, de exposición sencilla y lineal para ser “digerido” mejor por el espectador el cual tenía ante sí una mixtura dudosa pero si se me permite, viendo el resultado final, apasionante. Don Hougthon había escrito los guiones para las dos últimas entregas sobre la saga del más famoso vampiro: “Dracula A. D. 72” (“Dracula- 73”, 1972) y “Satanic Rites of Dracula” (“Los ritos satánicos de Drácula”, 1973), ambas de Alan Gibson, en un intento de adaptar al vampiro a principios de los años 70 ya que, aparte de los guiones del irregular Anthony Hinds (copropietario de Hammer metamorfoseado en John Elder para la escritura de los guiones) --- dos o tres  buenos hallazgos dentro de un film junto soluciones repetitivas y a veces inadecuadas o ingénuas --- además de la entrada de realizadores televisivos (Peter Sasdy) llevaron al personaje al agotamiento y casi a un callejón sin salida. El mismo Baker había dirigido en 1970 la quinta de la serie (3) con menos presupuesto que las anteriores: “Scars of Dracula” (“Las cicatrices de Drácula”) con algunas excelentes ideas de guión chocantes con otras fallidas (John Elder) pero la dirección elevaba por encima de la media un film (intensificando el rojo intenso y la coloración en general además del sadismo más exacerbado de toda la serie) consiguiendo óptimas escenas junto con otras no tan bien logradas (recordemos el horripilante final). El mismo años nuestro hombre filmó “Vampire lovers” (estrenada en España directamente en vídeo como “Las amantes del vampiro”), más pulcra, exquisita y mejor estructurada (excelente ambientación) que “Las cicatrices de Drácula” (el argumento era la novela de Sheridan Le Fanu y el guión de Tudor Gates quien escribió dos entregas más a cuenta de Hammer /4/ para la saga de “Carmilla”, el vampiro femenino de Le Fanu, “Laura y Carmilla”, en el cual se inspiró en parte Bram Stoker para su  famosa e inmortal novela “Drácula”).
La música James Bernard, recordado compositor  desde el inicio de Hammer (“El experimento del Dr. Quatermass”), especialment por el tema central sobre los cinco primeros títulos de la serie de Drácula con variaciones en cada título. Para “Kung- fu contra los 7 vampiros de oro” está, sencillamente, entre lo mejor de su carrera profesional y la fotografía de John Wilcox (asistido por Roy Ford) sigue a la misma altura del gran nivel de los demás fotógrafos Hammer que tan bien conocían y experimentaban con el color (Jack Asher, Arthur Grant, Moray Grant, Michael Reed, etc.).
En el apartado de la interpretación el conde Drácula no podía ser otro que Christopher Lee pero rechazó la oportunidad de volverlo a encarnar. Se había escrito para él a pesar que solo, en su figura, aparece unos instantes al principio y al final. Se eligió a John Forbes Robertson quien había representado al conde Karstein en “Vampire Lovers” (“A falta de pan buenas son tortas”) y lo hace con cierta gracia. Por suerte si se pudo contar con su némesis, este gran caballero (en todos los sentidos) llamado Peter Cushing como el profesor  Van Helsing y el resto del reparto cumple con su cometido: la viuda Vanessa Buren (Julie Ege), el hijo de Van Helsing, Leyland (Robin Stewart), Hsi Ching (David Chiang), experto en karate y su hermana Hsi Mei Chiao (Shi Szu) la cual maneja a la perfección un par de puñales. Hay seis  hermanos más: los gemelos de las espadas, el forzudo portador de los mazos, el experto en el hacha, el de las flechas y el maestro de la lanza. Todas las armas son de plata pura, de esta forma podrán enfrentarse a los vampiros y a los “muertos- vivientes”, una legión de “zombies” al servicio de los nosferatu dirigidos por el sumo sacerdote Kah (Shen Chan) bajo cuya figura se esconde el rey de los vampiros, el conde Drácula el cual recitará a Van Helsing, al final todos sus “títulos” demoníacos. Recordemos algunas escenas interesantes:
---Al inicio cuando Kah llega a Transilvania y pide ayuda al conde delante de su sepulcro: “Insensato, Drácula no concede favores a sus súbditos pero me servirás”. Toma el cuerpo del chino para poder huir de su entorno y llegar a China para hacerse con la jefatura de los siete vampiros de oro quienes aterrorizan el pequeño poblado ---
--- El sacrificio del pastor, destruyendo a uno de los siete no-muertos, la cabalgada de los vampiros, seguidos de los zombies a pie, que nos recuerdan a los templarios de Amando de Ossorio (una de las mejores secuencias). Los vampiros chinos difieren de los europeos: el vestido negro y capa negra-roja son substituidos por túnicas de corte oriental (lógico), con un antifaz de oro que cubre su rostro semidescompuesto, largas cabelleras y un colgante en forma de murciélago también de oro. Su imagen me recuerda aquel señor con un disfraz similar que nos atizaba armado de una escoba en el “Tren de la bruixa” (“El tren de la bruja”) en la ferias de fiesta mayor ---
--- La primera batalla, humanos contra humanos es de demostración/exhibición. Los ocho hermanos acaban con el malvado terrateniente  Leung Hon (Wong Ha Chang) y sus hombres. Este sujeto quería apoderarse de las joyas  de Vanessa y de su persona ---
--- La segunda batalla ya es la de humanos vs. lo sobrenatural/terrorífico/extraño. Tres de los vampiros se introducen en la cueva en donde pasan la noche y les acompañan un tropa de zombies. Contra estos últimos además de la plata sirve el fuego o arrancarles el corazón, cosa difícil lograda por Hsi Ching, el luchador con las manos desnudas. Una flecha atravesará el corazón del primer vampiro, las espadas gemelas lo harán con el segundo y la antorcha de Van Helsing, combatiendo a los zombies, se clavará en el pecho del tercero.  El resto de los “muertos- vivientes” huirá. Una batalla sensacional. Van Helsing había explicado que el vampiro retrocede ante lo sagrado: un crucifijo en Europa, una imagen de Buda en la China, que solo pueden ser destruídos con un arma de plata o una estaca de madera atravesándoles el corazón y que el fuego no sirve en Europa, en Oriente lo ignora. Que si uno es atacado por un vampiro puede convertirse en lo mismo o bien en un zombie a su servicio ---
--- La tercera y definitiva batalla tras las murallas del pueblecito también es apasionante. De la pagoda que les sirve de refugio salen los tres restantes vampiros con sus cabalgaduras mientras Kah/Drácula invoca a los zombien con un gong que suena estridentemente. Los del pueblo al final pierden su miedo y logra acabar con otro vampiro al atravesarle con una estaca, Vanessa será víctima del último vampiro y se convertirá en criatura de la noche, abraza a Hsi Ching de quien se había enamorado y desea morderle. “¡Has de destruirla!” grita Van Helsing. Hsi la ensarta en una empalizada de estacas y al verse casi contaminado hace lo propio consigo mismo. Como unos nuevos Romeo y Julieta. El último vampiro rapta a Hsi Mei Chiao y se la lleva a su cubil. Se enfrenta a Leyland, enamorado a su vez de la muchacha. A punto de sucumbir será salvado por su padre quien logra clavar la lanza de plata y atravesar el corazón del último vampiro. Este grita, se retuerce, parte la lanza y cae en el gran recipìente donde sangraban a sus víctimas, al caer en la sangre solo quedará la punta plateada y unas cenizas. Parece que todo ha acabado pero surge Kah, en realidad el conde Drácula que recobra su aspecto a petición de Van Helsing. Un rápido enfrentamiento que acabará cuando Van Helsing consiga clavar el fragmento de lanza quebrada en su corazón. Drácula queda tendido en una mesa y se deshace hasta quedar reducido a cenizas. Ahora si, la maldición ha terminado ---
Pueden aceptarse todo lo dicho sobre ello: comic en movimiento, mescolanza, algo de caspa, exotismo, absurdo (para otros) pero tiene un encanto indiscutible …
                                                                  Narcís Ribot i Trafí

1)- “Quatermass Xperiment” (“El experimento del Dr. Quatermass”), en 1955, Hammer entraba en el género de terror y Ciencia- Ficción. Dos años después el mismo realizador, Val Guest, dirigía “Quatermas II” (“Quatermas 2”) con el mismo protagonista: Brian Donlevy.
2)- Terence Fisher dio las versiones más trangresoras, románticas y bellas de los personajes clásicos. Un tanto por ciento muy elevado de lo conseguido por la Hammer fue gracias a él.
3)- La primera fue “Horror of Dracula” (“Dracula”, 1958), una obra maestra, casi a su altura está “Dracula, Prince of Darkness” (“Drácula, principe de las tinieblas”, 1965), ambas de Terence Fisher, “Dracula has Risen from the Grave(“Drácula vuelve de la tumba”, 1968), de Freddie Francis es aún una buena película con un agudo guión de John Elder, “Taste the Blood of Dracula” (“El poder de la sangre de Drácula”, 1970) de Peter Sasdy es mejor correr un tupido velo y “Scars of Dracula” (“Las cicatrices de Drácula”, 1970) de Roy Ward Baker en donde hay un intento de renovación (conseguido a medias) a pesar de sus imperfecciones. El sexto y séptimo jalón son los dos films ya citados de Alan Gibson situados en los años 70. No es de la serie “Brides of Dracula” (“Las novias de Drácula”, 1960), de Terence Fisher porqué el famoso conde no aparece: es substituido por un discípulo, el barón Meinster pero se trata de una gran película, para mi superior a todos los Drácula post- Fisher.
4)- El éxito de “Vampire Lovers” (1970) de Roy Ward Baker generó dos secuelas: “Lust for a Vampire” (en España se estrenó directamente en vídeo con su traducción literal: “Lujuria para un vampiro”), 1971, del que fuera guionista de los primeros Fisher y de una serie de terror-psicológico, Jimmy Sangster y “Twins of Evil” (“Drácula y las mellizas”, 1971), de John Hough.


jueves, 7 de agosto de 2014

EL ESTILO DE JOHN FORD


Revisar el cine de John Ford es enfrentarse a un legado vivo y vibrante, incontaminado por el paso del tiempo, no a una herencia nostálgica”.(Quim Casas, 1)
Se preguntaba Miguel Marías (2), ahora que el cine está en crisis (al igual que los valores positivos o la cultura) en porqué actualmente hay bastante unanimidad en aceptar (y venerar, según como) la obra de John Ford (1894- 1973) cuando, hace tiempo, algunos o varios (comandados por una crítica la mayoría de veces esclava de su ideología política y cuya ineptitud está demostrada totalmente) habían menospreciado una carrera de casi medio siglo de existencia. Que esta alabanza más cercana a la unanimidad, hoy en día, sea justa, está fuera de toda duda. Es uno de los más grandes, el más grande para mi y otros pero también su obra ha caído en lo llamado “políticamente correcto”, tan de moda hoy en día. Que algunos le alaben sin conocerle o sin entender (le) es también cierto. Siempre han existido los seguidores acríticos de algún peso dentro de la sociedad que pronuncia una frase, una sentencia y se da por hecho: se recoge, se archiva y luego se cita. Pero este “destacado” miembro no acostumbra a ser un pensador, un filósofo, un intelectual de hecho (no señalado por un partido político) sino un futbolista, un(a) cantante de moda, algún conocido negociante de las finanzas (siempre y cuando lleve el disfraz “progresista”) o algún politicastro. Que la vamos a hacer; es el pan de cada día. Por un lado John Ford fue un REALIZADOR, no solamente de westerns (solo una parte de su filmografía) aunque diera carta de nobleza al género con “Stagecoach” (“La diligencia”, 1939), anteriormente profetizada con la muda “The Iron Horse” (“El caballo de hierro”) aguantando las imposiciones del estudio con la idea de crear una superproducción en contra de lo deseado por el realizador. Era un narrador universal, podía manifestar el hombre que era en cualquier lugar y situación aunque sacara mejor partido a determinadas condiciones. Las baladas, la leyenda encubridora de la verdad, la pipa, los puros, el alcohol, Monument Valley, la amistad, la solidaridad, la familia, la religión, su innata espontaneidad en filmar, la épica cuando era necesaria, la lírica por un igual, las costumbres, las fiestas, el folklore, la composición pictórica de sus encuadres solo igualados por otros grandes como Fritz Lang, Howard Hawks, Raoul Walsh, Anthony Mann, King Vidor, etc.; también igual que la corporeidad de sus tomas hacia personas, objetos y sus paisajes geológicamente impactantes eran sus temas y características de su cine. No importaba que la película fuera muda o sonora, en blanco/negro o color; era de Ford. Su estilo será imitado/homenajeado de forma estéril (Burt Kennedy), en ocasiones por algún colaborador suyo que intenta lo imposible. Hace años, mi amigo el dibujante Alfons Figueras, gran fordiano, me comentaba que solo Ford podía filmar un plato de lentejas y “divinizarlas” de tal manera que uno le entrara ganas de comérselas, igualmente al freírse un bistec o unos huevos se nota la fisicidad, se están “friendo” de verdad.
Por otro lado Ford, siempre desconcertante, será el primero en hacer su protagonista a un impresentable racista como el Ethan Edwards (John Wayne) de “The Seachers” (“Centauros del desierto”, 1956), el que una mujer rompa los esquemas de una rígida comunidad misionera en la China de 1935: agnóstica, bebedora, fumadora la cual usa pantalones y escandaliza a la directora pero será ella precisamente quien de la vida para salvar a sus compañeras (“Seven Women”/”Siete mujeres”, 1965), dando una gran lección de humanidad y cristianismo auténticos . El tema del racismo en el ejército yanqui en “Sargeant Rutledge” (“El sargento negro”, 1960), donde el protagonista es un soldado de color acusado injustamente de violar y asesinar a una muchacha blanca, la evidencia en que quedan sus jueces (militares blancos donde solo su amigo y abogado --- al final logrará demostrar su inocencia y descubrir al asesino --- cree en él). “¿No te acuerdas de aquel reloj de pared que robaste en Atlanta mientras tus hombres saqueaban la ciudad?”, le dice su esposa  al coronel que ejerce de juez… “Vamos a deliberar”, exclaman los miembros del jurado, desalojan la sala (abogado incluido) e inmediatamente aparecen unas botellas de whisky y una baraja de cartas empezando a jugar, beber y fumar…
El mostrará el choque de dos civilizaciones (blancos- indios) y sus simpatías (siguiendo lo mostrado en su obra y en declaraciones suyas) estaban del lado de los pieles rojas y ello sin haber de recurrir a una de sus últimas obras maestra, “Cheyenne Autumn” (“El gran combate”, 1964), aunque sus protagonistas sean blancos. Tenía buena amistad con algunas tribus indias, como los navajos, era recibido con honores y le llamaban Natani Nez (“Hombre Alto”) y a ellos les cedía parte de las ganancias de sus películas filmadas en la reserva india. Aprovechando su posición en los sindicatos de Hollywood defendió a diversas personas acusadas de actividades antiamericanas en la persecución del senador Joseph McCarthy en la “caza de brujas”. Cuando años después las cosas cambiaron algunos atacantes de su obra y su persona en el pasado se convirtieron en defensores incluso se llegó a la cima del absurdo cuando alguno intentó aplicar el método de análisis marxista a su obra… Delante la eterna y manipuladora pregunta “¿Usted es de derechas o de izquierdas?” Respuesta: “Yo era miembro de una familia de inmigrantes irlandeses con 13 hermanos delante de mí, a veces en la mesa no me llegaba el pan ¿De que quiere que sea?” Era intelectualmente honesto y muy culto (cosa que disimulaba muy bien), no pertenecía a ningún partido político y de esta manera plasmaba en las películas su manera de pensar.
En sus films las personas hablan de forma directa y limpia: tratamiento de impacto impresionista del paisaje (como indica Antonio Giménez- Rico) en donde las personas solo hablan cuando tienen algo que decir mirando siempre desde la altura de los ojos de quien los ve y la cámara moviéndose solo cuando hay algún motivo; “el humor de su mirada”, de su punto de vista más que de la propia situación recreada o mostrada, ligando todo ello a su talento documentalista el cual hace evolucionar la narración fílmica en aspecto puramente testimoniales de los personajes en sus vidas con escenas que en muchas ocasiones no hacen avanzar la historia al momento pero nunca son innecesarias. Busca la vertiente humorística, dramática, absurda o terrible y todo ello de manera totalmente natural porqué era un inconmensurable artista pero él no se lo creía y nunca pretendió demostrarlo.
Los planos descriptivos señalan/demuestran en Ford su interés por el ser humano, cuando le interesa situarnos en un determinado espacio siempre lo hace mediante la presencia humana, no hay un plano sin movimiento. Solo un humanista como Ford podía hacerlo de esta manera... Viendo como son alabados, protegidos y subvencionados algunos realizadores del cine (¿) actual la obra de Ford y otros grandes nos señala en silencio que hubo un arte llamado cine…
                                                     Narcís Ribot i Trafí

1)- “John Ford, el arte y la leyenda”. Quim Casas. Barcelona, 1990

2)- “Nickel Odeón”. Revista trimestral de cine dedicada a John Ford (diversos autores), primavera de 2002, editada por José Luis Garci (Madrid)

martes, 5 de agosto de 2014

SCHUBERTIADAS



“Cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez, las melodías brotan; realmente esto es una gran satisfacción”. (Franz Schubert)
Los olores, los perfumes, los colores se corresponden”. (Charles Baudelaire)
                   Se da el nombre de “Schubertiadas” a unas reuniones de intelectuales y artistas organizadas por los amigos del gran músico Franz Peter Schubert (Viena, 1797- Viena, 1828). El lugar de los encuentros eran las tabernas y las casas particulares y fuera de los salones y etiqueta nobiliaria. Allí se comía, bebía, charlaba y se hacía música. Muchas veces escuchaban a Schubert al piano y al cantante Johan Michael Vogl interpretando los lieder del músico vienés. Más adelante los temas derivaron hacia el arte y las letras en general: pintura, poesía, filosofía. Los amigos de Schubert fueron músicos, pintores, escritores, poetas. Diversas “Schubertiadas” se tradujeron en composición de obras maestras del autor.
Franz Schubert murió muy joven: 31 años. Más que Wolfgang Amadeus Mozart (1756- 1791): 35 años. A pesar de ello se encuentra entre los músicos más prolíficos aunque también esté en la lista de los que más obras inacabadas han dejado, unas 120 entre las cuales está la sinfonía 8 (“Inconclusa”) y el ciclo de lieder Viaje de Invierno”.
Años después de su muerte unos sesudos musicólogos intentaron acabarlas. Inútil. Total similitud con aquellos escultores quienes querían colocar brazos a la Venus de Milo sin enterarse que la Venus jamás tuvo brazos. Los otros, por más buena voluntad que tuvieran, tampoco sabían lo dicho y escrito por Schubert o al menos no lo tenían en cuanta al aplicarse a su trabajo: “Mis creaciones provienen del doble conocimiento de la música y de mi dolor”. Así, en contra de lo sugerido por su aspecto alegre, el vienés era un hombre atormentado a causa de las privaciones económicas, peticiones de trabajo musical desatendidas o denegadas, escaso reconocimiento de la obra durante su vida, sus amores no correspondidos… Pero también estas adversidades colaboraron en mucho dentro de su persona para darnos una de las obras más bellas de la historia de la música.
Schubert fue hijo del estilo musical llamado “clásico” aunque nuestro hombre naciera cuando su principal exponente, Mozart, había ya fallecido pero todos los profesores de Schubert pertenecían al “clasicismo”. El movimiento musical llamado “clásico” fijaba definitivamente su tonalidad como base del lenguaje musical: unas agrupaciones sonoras (acordes) dentro de una tonalidad proporcionaban una sensación de reposo y otras una estabilidad (hasta el punto que en esta época se creó una forma musical que solo funcionaba dentro de un sistema tonal: la sonata).
Franz Schubert adaptó su estilo a la normativa musical del momento a la cual dio una brillante originalidad forjada, sobre todo, en el uso de la modulación --- cambios de tonalidad --- y en la repetición. No fue un maestro del contrapunto como Juan Sebastian Bach ni un ingeniero del desarrollo  como Ludwig van Beethoven; de hecho empezó a estudiar contrapunto el último año de su vida (1828) y no sabe desarrollar en totalidad sino “pasear”. La forma corta es en donde Schubert se encuentra más cómodo, también la rápida (música  apuntando siempre “en directo”, o sea tiempo real) donde se notaban las sensaciones y sentimientos del compositor. Y precisamente es esta sensación la que se refleja en sus grandes obras  que dejó inacabadas, o sea renunciando a terminar como si finalizar significara “matarlas”. El motor esencial en su música, la fuerza principal que coloca a Franz Schubert en el panteón de los inmortales es la MELODÍA y su natural facilidad en encontrarla.
Si miramos la obra instrumental del autor vemos que sus temas podrían ser perfectamente “contados” si se sostuvieran con un texto de la misma manera que muchas de sus canciones son transformadas  en temas de música instrumental. También fue Schubert introductor de una nueva fórmula de melodía de extrema sencillez (aquí radica su genialidad) en contraposición a las canciones rococó  circulantes en su tiempo y en el estilo de las cuales la ornamentación era esencial, incluso el texto se volvía incomprensible en medio de tanta floritura. El origen de la pomposidad decorativa --- muchas veces gratuita --- se encuentra en la música instrumental: escasa duración de los sonidos en clave o clavicordio del siglo XVIII. La única manera de prolongar el sonido del instrumento era el de la ornamentación a base de trinos, grupos, etc. Antes que Schubert fue Beethoven quien renunció, desde sus primeras obras, al estilo rococó; su piano tenía mayores posibilidades sonoras que los instrumentos de teclado dieciochescos y, por tanto, no necesitaba artificialmente los sonidos. Si Beethoven fue el arquitecto impecable en el desarrollo y evolución de las formas musicales, Schubert fue el creador más grande de la invención melódica y por ello no resulta nada extraño  que fuera él quien diera carta de nobleza al “lied” (término alemán  que significa “canción”, su plural es “lieder”), llegando a componer más de 600, algunos de ellos de literatos de primer orden como Schiller o Goethe, otros de poetas aficionados amigos suyos cuyo texto podía ser espantoso pero Schubert tenía el don de divinizarlos al transmutar un texto horrendo en música celestial…

                                                                                            Narcís Ribot i Trafí