domingo, 23 de febrero de 2014

LOS LIEDER DE SCHUBERT


“Naturaleza y arte parecen rehuirse, pero se encuentran antes de lo imaginable”. (Goethe)
LIED- Palabra alemana que significa “canción” (su plural es LIEDER). Es un tipo de canción germánica a base de una sola voz solista y un acompañamiento pianístico la cual comenzó a surgir a finales del siglo XVIII y a principios del XIX (época romántica). En estas composiciones la calidad de los versos posee tanta importancia como la misma música. Existen dos tipos de “lieder”: 1) el que repite la misma música para todas las estrofas del poema (lieder estrófico) y 2), el que por cada estrofa se compone de una música diferente (“druchkomponient”).
Antes de nacer Franz Schubert (1797- 1828) existían ya los lieder, evidentemente él no fue el inventor pero sí es quien tiene el honor de elevar esta forma musical  a la categoría de obra de concierto puesto que antes de Schubert este tipo de música era considerada menor. Los tres colosos más representativos de la época (y entre los más importantes de toda la historia de la música) situados en el epicentro musical, o sea Viena, nunca dieron importancia a los lieder: Haydn y Mozart dedicaron una minúscula parte de su producción a estas canciones a las cuales no se les atribuía ninguna categoría artística para más adelante Beethoven trabajarlos con más interés aunque no llegara (*) a la dinámica melódica demostrada por Schubert. Ninguno de los tres “clásicos” no hubiera pasado a la historia por sus composiciones de lieder, Schubert sí. Incluso un profesor que dio clases a Schubert, Antonio Salieri (a quien la historia coloca como rival de Mozart y envidioso de sus obras), hizo lo posible para lograr que el joven Franz no prestase atención a las canciones y sí a la ópera. Estaba tan equivocado como aquellos interesados en convertir a Giacomo Puccini en organista cuando su vocación era la de óperas. Schubert hizo óperas jamás estrenadas: el argumento, a veces, era pésimo pero la música seguía siendo deliciosa.
Más que en los tres compositores de primera fila (Haydn, Mozart, Beethoven) los antecedentes de los lieder de Schubert han de buscarse en músicos de segunda (o tercera) categoría, populares en su época quienes nacieron  a mediados  del siglo XVIII: Reichart, Zelter, Zumsteeg, todos olvidados hoy en día.
Zumsteeg fue quien más influyó en Schubert y en una balada suya se basó para componer su primer lied: “Hagars Klage” (1811) mientras con “Gretchen a la Rueca” (1814) llegaba su primera obra maestra, inspirada en el “Fausto” de Joann Wolfgang von Goethe. Ha de tenerse en cuenta que la mayoría de canciones de Schubert estaban elaboradas sobre guitarra  a causa de la extrema pobreza del compositor que le impedía tener un piano (y una casa) en propiedad. Componía primero los acompañamientos con guitarra y después los transcribía a piano, llegando a crear más de 600 lieder. En su trabajo empleaba poemas de gran cantidad de autores, algunos tan desconocidos como los músicos que le inspiraron y con letra de no mucha calidad lo cual daba más mérito a Schubert y que sin sus lieder estas letras hubieran caído en el pozo sin fondo del olvido. Los poetas de los cuales nuestro hombre tomó más versos sí estaban ya consagrados: Goethe con 71 y Frederick Schiller con 42 (el autor del cual Beethoven tomó el texto para su inmortal sinfonía 9, “Coral”), sin olvidarnos a Novalis (“Marie”, “Vier Hymnen” y “Nachthymne” y a Frederick Rücket (poeta muy presente en Gustav Mahler) sobre el cual musicó cinco poemas y también poetas de segunda fila pertenecientes al círculo de amistades del músico. Algunos de ellos poseían algún talento, otros eran simples aficionados, pero ninguno de ellos podía compararse con Schiller o a Goethe (Grillparcer, Schobart, Mayrhofer, etc.).
Schubert compondrá dos ciclos de canciones: “La bella molinera” y “El viaje de invierno”, creando los veinte lieder de “La bella molinera” en tres etapas y basándose en gran parte (licencias, omisiones de versos) en el poeta Wilhelm Müller el cual también será el soporte de los de “El viaje de invierno” (24 canciones). Hay otro conjunto de lieder que sin ser un ciclo es considerado como tal: “El canto del cisne”, basado en tres poetas a la vez.
De otro autor, en este caso no alemán, sir Walter Scott, le adaptó Schubert 10 poemas agrupados bajo el título genérico de “La dama del lago”. De entre ellos el más famoso y popular es el “Ave María”.
Lirismo, pasión, espontaneidad y dulzura son las características de este gran músico que fue Franz Schubert  y el cual, a semejanza de un Van Gogh o un Alfred Sisley en el campo de la pintura, su obra fue reconocida y admirada después de su muerte…
                                           Narcís Ribot i Trafí
(*)- Schubert adoraba la música de Beethoven. Es posible que se conocieran personalmente aunque no haya indicios de ello a causa de la timidez de nuestro hombre. Al final de su vida, postrado en la cama, le hicieron llegar a Beethoven las partituras de unos cuantos lieder de Schubert. El genio de Bonn exclamó: ¡Ojalá los hubiera hecho yo! Schubert acudió al entierro de Beethoven, nueve meses después fallecía él. Había pedido a su hermano ser enterrado al lado de su admirado.


domingo, 16 de febrero de 2014

JOHANN STRAUSS & HIJOS


El término “vals” se aplica por vez primera a una danza en 1780. El compositor español Martín Soler introduce en la corte de José II un vals en su ópera “Una cosa rara”. Pocos años después, en toda Europa (especialmente Austria y particularmente Viena) se danzaba al enfebrecido compás de este tipo de baile. Con toda seguridad el “lander”, baile típico de la población rural y artesana de Bohemia y Baviera es el precedente del vals vienés.
La raíz etimológica de la palabra vals --- del latín “Volvere” --- marca la pauta de tal danza:”girar”, dar vueltas sobre si mismo. Quienes extendieron el vals en su origen campesino y popular, convirtiéndolo en urbano y social, fueron Josep Lanner y Johan Strauss (“el padre”, o “el viejo”, 1804- 1848, para distinguirlo de su hijo del mismo nombre y apellido). Gracias a ellos el vals despertó auténticas pasiones, desde las capas más humildes hasta la aristocracia. Inmediatamente los negociantes abrieron para que la gente pudiera gozar de aquellas maravillas. Quien llevará el vals a su culminación en cuanto a popularidad y lo elevará a la más alta cota de perfección será Johann Strauss, (hijo primogénito del “viejo”, llamado “El joven”, 1825-1899) el cual llegó a realizar, en 1872, una gira que fue un éxito. En Boston interpretando, una vez más, su célebre “El Danubio azul”, al llegar a su último compás el público estalló en un delirio colectivo. Lo había compuesto en 1867, “El Danubio azul” o “El bello Danubio azul” (“An der Schönen Blauen Donau”, original alemán) y en su estreno actuó la orquesta creada por el segundo y tercer hijo  del “viejo” Strauss: Josef y Eduard Strauss y aunque el éxito de su recepción fue mediano se convertirá, más adelante, en un triunfo clamoroso, el más conocido y popular de sus cuatrocientos valses, siendo ello en el mismo año, a partir de su audición en la Exposición Universal de París donde fue dirigido por el mismo autor.
Naturalmente pasó lo mismo que con otros géneros artísticos o con otras composiciones musicales: los valses fueron considerados, durante mucho tiempo, como “música menor” por determinados críticos. Debería ser el gran director de orquesta Klemens Krauss quien en 1941, al inaugurar los conciertos de final de año, revalorizaría en su totalidad este tipo de música y la labor de los Strauss y de Josep Lanner.
JOHANN STRAUSS, padre, compuso numerosos valses y otras danzas. Su vals más famoso es “Loreley- Rhein- Klange” (Opus 154), aludiendo a la famosa roca de Loreley (“Sonidos del Rhin en Loreley”), el cual evoca un amplio pasaje parecido a la obertura de una ópera romántica alemana pero este inicio inesperado se trunca en severos acordes que dan paso a la danza, brillando la composición a gran altura. La más famosa de todas sus danzas es la festiva “Radetzky- Marsch (Opus 228) en homenaje al general del mismo nombre por sus victorias militares en Italia.
De JOHANN STRAUSS, hijo, son famosos sus grandes valses como “Cuentos del bosque de Viena”, “El Emperador” y, sobretodo, “El bello Danubio azul”, su obra maestra junto con las polcas “Saludos de Viena”, “Tik- Tak”, “Widfeuer” o Trisch- Trasch”, cuadrillas, marchas, etc. y sus operetas como “El barón gitano”, “El murciélago”, etc.
JOSEP STRAUSS (1827- 1870), el segundo hijo, era el más culto y formado de la familia, queda injustamente eclipsado por su hermano mayor al cual reemplazó en la dirección de orquesta en varias ocasiones. Escribió también polcas, cuadrillas, marchas situadas al mismo nivel que las de su padre o hermano (las polcas y mazurcas son las mejores de la dinastía) aunque haya escasas grabaciones. Recordemos el vals  “5 hojas de trébol”, “Vals delirios”, el pequeño poema sinfónico “Golondrinas de los pueblos de Austria” y el célebre “Pizzicart Polka” en colaboración con su hermano Johann.
EDUARD STRAUSS (1835- 1916), el tercer y menor de los hermanos, es autor de unos 300 trabajos musicales de los cuales unos pocos han llegado a la actualidad. Dominio eficaz pero rutinario de la técnica, desprovisto de ideas (recogidas de sus hermanos); por el contrario las fuentes indican que era el mejor director de orquesta de la dinastía. Cumpliendo un juramento hecho a Josep cometió uno de los actos más funestos de la historia musical: quemó el archivo musical de la dinastía… un trabajo acumulado con el trabajo de un siglo. Nunca he entendido el porqué de este juramento…
                                                              Narcís Ribot i Trafí


lunes, 10 de febrero de 2014

ASTRONOMÍA Y COTIDIANEIDAD


En cualquier tema con intenciones didácticas y de objetividad a veces se convierte en algo árido y plúmbeo para muchos a causa de las interminables listas de datos y formulaciones (necesarias en muchos casos pero podrían publicarse en separatas aunque esto sería pedir mucho). Quizás algunas personas entrarían en la materia de tener más fácil acceso. Hoy hablamos de astronomía. Conozco dos obras cara al aficionado, situadas a nivel medio, que están explicadas en lenguaje cotidiano  las cuales atraen por su familiaridad y en comparación con objetos cotidianos. La primera se ciñe a nuestro Sistema Solar, la segunda incluye también el estudio de otros. “Viaje extraordinario, guía turística del Sistema Solar” ilustra con dibujos y fotografías la explicación de cada uno de los nueve planetas (aún Plutón estaba considerado como planeta, hoy hay serias dudas) y sus respectivos satélites (1).
Al empezar el libro vemos “Una foto de familia” (todos reunidos), mediante un breve e interesante texto nos narra las características de cada planeta, satélite asteroide o cometa. De esta forma veremos a “Júpiter”,el planeta de los dioses”, el más grande de nuestro Sistema Solar, compuesto de hielos y atmósfera de hidrógeno los cuales combinados con elementos menos abundantes forman combinaciones brillantes de colores exóticos junto con sus cuatro satélites más importantes, los “galileanos” (porqué fueron descubiertos por Galileo): Io, Europa, Calisto y Ganímedes, este el mayor satélite de nuestro sistema solar (incluso mayor que planetas como Mercurio o Plutón). “Saturno”, “el señor de los anillos”, expone su belleza anular y el estudio de su composición además de ser el segundo en tamaño es el planeta que más satélites posee (actualmente se han descubierto unos 200), siendo Titán, el mayor satélite de nuestro sistema después de Ganímedes. “Urano”, “el planeta ladeado” de tal manera que su polo norte apunta directamente al Sol junto con sus lunas mayores las cuales rotan también inclinadas. No hace muchos años se descubrieron más satélites de Urano; las cinco mayores son Ariel, Umbriel, Miranda, Titania y Oberón. “Neptuno”, el último, menor y más exterior de los cuatro “gigantes gaseosos”, de constitución interior semejante a Urano. Sus lunas más importantes: Tritón, con órbita muy excéntrica y retrógrada pero casi circular, y Nereida (Se descubrieron unas 14 más, menores). “La Tierra”, “el planeta de la vida”, con su satélite La Luna, es el mayor de los planetas “metálicos”; “Venus”, “el infierno embozado”,  que junto con “Mercurio”, “el hijo del Sol”, son los dos únicos desprovistos de satélites. “Marte”, el planeta oxidado por su color rojizo, nombrado así  como “El dios de la guerra” y por ello sus dos pequeñas lunas --- Fobos = Temor (de ahí, “Fobia”) y Deimos = Terror, lo que produce la guerra --- indican los caballos que arrastraban el carro de Marte, equivalente al Ares griego.
El otro libro, “Aprende tú solo Astronomía” (2) analiza estrellas y galaxias lejanas, dedicando un apartado a nuestro Sistema Solar  que es uno de de los millones formantes de nuestra “Galaxia” o “Vía Láctea”. En la página 94 hace una comparación perfecta en escala, entrañablemente didáctica si hacemos servir nuestra imaginación: pensemos en un  inmenso estadio de fútbol donde hay una pelota en el círculo central= el Sol; a los 18 metros existe un determinado grano de arena= Mercurio; Venus y La Tierra serían garbanzos a 36 y 50 m. respectivamente; Marte= un grano de arroz a 76 m.; Júpiter= una pelota de golf distante a 260m.; Saturno= una pelota de ping- pong a 473 m.; Urano y Neptuno serían granos de uva a 976 y 2.257 m. respectivamente y el inclasificable Plutón --- por no ser ni metálico ni gaseoso, de órbita excéntrica superponiéndose en ocasiones a la de Neptuno en su traslación respecto al Sol y que en 1978 se le descubrió una luna, Caronte, la cual complicó las teorías de su procedencia --- otro granito de arena desde donde el Sol podría observarse como una estrella brillante muy alejada.
Veo positivo este sistema parabólico sobre este tena y otros (estudio del arte, incluido), es un lazo humanista que religa diferentes sistemas que hoy en día pueden ser, desgraciadamente, reducidos a un montón de informaciones proporcionadas por el ordenador y producir la indiferencia o la abulia (ha pasado muchas veces ) sobre la cultura en general de estos últimos tiempos.
                                                                            Narcís Ribot i Trafí

1)- “Viaje extraordinario”,Guía turística del sistema solar”, de Ron Miller y William K. Hartmann. Editorial Planeta, 1983.

2)- “Aprende tu  solo Astronomía”, de Patrick Moore. Ediciones Pirámide (Madrid), 1998.