viernes, 24 de mayo de 2013

RECORDANDO A TERENCE FISHER


En el momento de iniciar estas líneas está a punto de salir a la venta un libro sobre Terence Fisher (1), uno de los más grandes creadores y renovadores del cine fantástico (1904- 1980). No hacía “remakes” como dijo una vez el diletante Narciso Ibáñez Serrador, un personaje totalmente ajeno al género que pasaba como “entendido oficial del país”, sino que renovó los personajes clásicos, incluyendo la vertiente sexual implícita en las figuras, desde su base literaria mediante su puesta en escena profundamente romántica. Terence Fisher nació en Maine Vale (Londres) en 1904. Hijo único, perdió a su padre a los cuatro años, estudió hasta los 16 años y se embarcó en la marina mercante hasta los 21. Aún sin ningún objetivo en la vida, trabajó primero en un negocio textil y entró luego de claquetista en los estudios cinematográficos Lime Grove a Sheperd’s Bush. De esta forma accedió al cine por el cual siempre se sintió atraído, siendo Frank Borzage y John Ford sus realizadores preferidos. Llegó a ayudante de montaje y en 1936 montó su primera película en solitario. Conocerá a su esposa Morag --- colaboradora total en su carrera cinematográfica --- durante un bombardeo sobre Londres durante la II Guerra Mundial. Morag le animó le animará para acceder a la dirección. Participará en unos de aprendizaje de la Rank y en 1947 tendrá su oportunidad en una película de argumento fantástico: “Colonel Boguey”, seguida de “To the Public Danger” (1948) y “Song for Tomorrow” (1948). Su cuarta realización la efectuará en los estudios Gainsboroug, para directores ya profesionales, dejando atrás los Higghbury que eran para aprendices. Su dedicación y tenacidad aprendida en la sala de montaje (como muchos de los grandes realizadores) le darán una experiencia definitiva para su carrera de director cinematográfico. Continuará haciendo pequeños films para consumo interior británico (alguno policiaco) en los cuales, según declaraciones, no creía mucho. Junto a Anthony Darnborough rodará “So Long at the Fair(“Extraño suceso”, 1950), una historia de misterio --- representada varias veces --- donde una muchacha busca a su hermano misteriosamente desaparecido, contando con actores conocidos como Dirk Bogarde y Jean Simons. 
Es en 1951 cuando entra en la pequeña productora Hammer Films (2) la cual, gracias a nuestro hombre, llegará a ser un gran imperio cuando llegue a tocar el cine fantástico. Para estas fechas hará alguna que otra cinta para pequeñas productoras dando sus dos primeros films pre-góticos: “Four Sided Triangle” (1952) y “Spaceways” (1953). Animados por el éxito de taquilla de estos dos films más uno de producción propia --- “The Quatermass Xperiment” (“El experimento del Dr. Quatermass”, 1955), de Valt Guest ---, Hammer decidió entrar de pleno en el género fantástico, especialmente en la rama del terror. La compañía británica compró los derechos  de los personajes terroríficos a Universal, salvo el mítico maquillaje del monstruo de Frankenstein (creado por Jack Pierce y el realizador James Whale), y de alguna otra productora (3) sobre los antiguos films de los años 30-40 y así se encontró Fisher ante el rodaje de “The Curse of Frankenstein” (“La maldición de Frankenstein”, 1957). Presupuesto  no muy holgado y reducido calendario de rodaje (la acabó con más días de lo previsto). El maquillador Phil Leakey inventó algo totalmente distinto a la clásica concepción de Jack Pierce sobre Boris Karloff en “Frankenstein(“El Dr. Frankenstein”), de James Whale para Universal (1931), no tan iconográfico pero si más cercano a la descripción dada por Mary Shelley en su inmortal obra (escrita en 1816). Además, Fisher, en sus cinco films dedicados a Frankenstein será mucho más protagonista el científico que la obra creada por él, incluso a veces no aparecerá, siendo el núcleo un trasplante de cerebro (“Revenge of Frankenstein”, 1958  y “El cerebro de Frankenstein”, 1969) o de espíritus “Frankenstein created woman”, 1967), mientras el aspecto de la criatura será totalmente diferente en “La maldición de Frankenstein” y en “Frankenstein and the Monster from Hell” (1973), su última película.
El equipo, casi fijo, de Fisher era poco conocido en un principio pero se imbuyó a la tarea con gran profesionalidad y entusiasmo: los formidables y bien aprovechados decorados de Bernard Robinson, los secos y correctos maquillajes de Phil Leakey, la delirante y viva fotografía de Jack Asher , los inteligentes guiones de Jimmy Sangster (sencillamente el mejor guionista del género) y los dos actores estrella, Christopher Lee y Peter Cushing, tan emblemáticos como fueron Boris Karloff y Bela Lugosi en la época clásica. Peter Cushing será el barón Frankenstein en los cinco títulos de Fisher y en el de Freddie Francis (“Evil of Frankenstein”, 1964), mientras que Ralph Bates lo será en “El horror de Frankenstein” (1970), de un Jimmy Sangster pasado a la realización, sumando así los siete films dedicados por Hammer al mito. Que algunas críticas fueran negativas por parte de puritanos y enemigos del fantástico pero de las estupideces grabadas en letra impresa no merecen ni una línea de comentarios, siendo también normal atacar a Hammer para defender Universal (a su vez vilipendiada en su tiempo) como también, una vez reconocido Fisher, se creará un culto para embestir a otros realizadores.
Después del éxito de “La maldición de Frankenstein” llega “Horror of Dracula” (“Drácula”, 1958), triunfo total y absoluto. Aquí es Christopher Lee quien queda para siempre identificado eternamente con el rey de los vampiros, el conde Drácula, su interpretación en los escasos momentos donde aparece (propio de Fisher el mostrar pocas veces el personaje “fantástico” dando más interés a la historia) el cual pierde la fantasmagórica imagen de Bela Lugosi en “Dracula(“Drácula”, 1931), de Tod Browning en la versión Universal para convertirse en un auténtico don Juan de ultratumba donde la sangre encuentra su importancia al igual que la sexualidad. Peter Cushing también quedaba esculpido como el profesor Van Helsing, el perpetuo perseguidor de Drácula y los vampiros y lo continuará haciendo en “The Brides of Dracula” (“Las novias de Drácula”), dos años después, donde el famoso conde no aparece sino que es substituido por un  joven discípulo rubio y edípico en uno de sus films más agudos e insinuantes. La  continuación será “Dracula, Prince of the Darkness” (“Drácula, príncipe de las tinieblas”, 1965), donde Fisher continua desarrollando aspectos aún no mostrados: el puritanismo (el ejemplo de la recatada Helen al transformarse en no-muerto es más feroz que el propio Drácula) o fricciones entre el vampiro y la sociedad, aquí particularizadas por la Iglesia (prolongada más directamente en el próximo film). Christopher vuelve a dar otra inolvidable interpretación de Drácula mientras Peter Cushing solo aparece en el prólogo --- el final de “Drácula” --- mientras el personaje anti vampírico por excelencia será el abad Sandor (Andrew Keir). La trilogía vampírica de Fisher es sencillamente genial. El siguiente jalón ya no estará dirigida por Fisher: “Dracula has Risen from the Grave” (“Drácula vuelve de la tumba”, 1968), de Freddie Francis, donde se consiguen buenos momentos pero la serie --- a diferencia de la de Frankenstein, más regular --- entrará en franca decadencia. En verdad el 1958 fue un gran año ya que, al menos para mí y para muchos, se dieron las más bellas versiones de Drácula y Frankenstein y, como dijo un comentarista, solo por estos dos films, redondos bajo todos los aspectos, “Drácula” y “Revenge of Frankenstein”, Hammer justifica su existencia. 
El equipo inicial de esta etapa de Hammer cambió pero los resultados serán igualmente magníficos cuando Fisher lleve la batuta. Así, Arthur Grant substituirá a Jack Asher en la fotografía, brillante en ocasiones pero no tan excitante (formidable y vital también la fotografía de Michael Reed), Bernard Robinson (fallecido en 1970) dejará los decorados a Scott McGregor y a algún otro, con detalles interesantes pero sin alcanzar lo conseguido por Robinson, la música de James Bernard y Philip Martell jamás será igualada por los compositores que vendrán después, Phil Leakey emigrará pero traerá un substituto llamado Roy Asthon en el maquillaje (conseguirá el hombre-lobo más fotogénico del cine) y John Elder (de verdadero nombre Anthony Hinds, copropietario de la empresa) se hará cargo de los guiones a la marcha de Jimmy Sangster, revelándose muy irregular (a veces con ideas excelentes pero no tan bien desarrolladas al pasarlas al celuloide). Terence Fisher dio prácticamente toda su reputación a la firma y, en verdad, ni James Carreras ni su hijo Michael (productor y realizador) sabían lo que tenían entre manos. Cuando Fisher será jubilado con el pretexto de la edad, Hammer ya tenía sus intereses cómodamente asentados y dará paso a algunos realizadores provenientes de la televisión y otros (4) más veteranos, conocidos por los responsables de la compañía.
Aparte de los  dos personajes más famosos de  mitología terrofantástica tocará prácticamente todo el muestrario del género, como su versión muy particular de “Two Faces of Dr. Jekyll” (“Las dos caras del Dr. Jekyll”, 1960) en donde el Dr. Jekyll es una persona grisácea, engañado por su esposa y amigo, transformado en un Mr. Hyde con un mal más contenido y refinado que en las antiguas versiones, transformándose además en un joven libertino y no en un ser espantoso y brutal (además, no bebe la droga sino que se la inyecta). Su forma peculiar de exponer al egipcio resucitado en “The Mummy” (“La momia”, 1959), film revalorizado en mucho (justamente) después de su estreno, con Peter Cushing como el arqueólogo John Banning y Christopher Lee como Kharis, el sacerdote momificado y resucitado. También mas reconocido (solo un poco) fue “Phantom of the Opera(“El fantasma de la ópera”, 1962), con Herbert Lom, un fracaso de taquilla en su estreno y el inolvidable licántropo albino de “Curse of the Werewolf” (1961), nunca estrenado comercialmente en España, con Oliver Reed, donde se nos describe la maldición sobre el protagonista sin caer en el exceso de víctimas y sangre como en los films actuales. También es “The Hound of the Baskervilles” (“El perro de los Baskervilles”, 1959), con el dúo Cushing (Sherlock Holmes) y Lee (sir Henry Baskerville), una de las mejores cintas sobre el personaje de sir Arthur Conan Doyle, “The Gorgon”, 1964, (estrenada en nuestro país en soporte DVD como “La leyenda de Vandorf”), con la pareja “fantástica” sobre el personaje de mitología griega en otra gran película y “The Devil’s Rides Out”, 1968, (conocida aquí, gracias al vídeo y DVD como “La novia de Satán”), sobre brujería, con un excelente Christopher Lee como el duque de Richleau, combatiente contra una secta practicante de la magia negra y brujería a la cual lidera Mocata (Charles Gray). Algún que otro trabajo para Hammer son “The Man who could Cheat Death” (1959), sobre la búsqueda de la eterna juventud (inédita aquí pero  afortunadamente visionada en la retrospectiva de un festival de Sitges), la aventura (“La espada del bosque de Sherwood”, 1960, correcto sin más, sobre Robin Hood) y “The Stranglers of Bombay” (“Los estranguladores de Bombay”, 1965), de aventuras y misterios. Fuera de Hammer tiene algunas aportaciones con algún punto de interés: “S. O. S., el mundo en peligro”, “El collar de la muerte”, otra aventura de Sherlock Holmes --- en esta ocasión interpretado por Christopher Lee --- filmada en Alemania o la comedia “Horror of it All” pero en general no tienen la consistencia de sus trabajos para la citada compañía británica.
Cuando alguien deviene clásico es porqué ha roto con el clasicismo de su época. Este es el caso de Fisher. Una de sus principales características son los planos largos pero con uso dinámico de la cámara, evitando por un igual la teatralidad (presente en algunas obras de los 30-40) como los efectismos (efectos visuales, zooms, movimiento continuo de la cámara) con lo cual se empezaba a caracterizar el cine de género de principios de los 70 y (también, por desgracia) los últimos trabajos de Hammer, coincidiendo con su desaparición. Con el movimiento de cámara varía la escala del encuadre, p. e. un plano general puede transformarse en plano medio de algún personaje para después volverse a abrir siguiendo o cortando las evoluciones del (de los) personaje (s) desplegándose nuevamente en gran variedad de movimientos. Complejidad traducida a veces en panorámicas bidimensionales combinando desplazamientos laterales con un movimiento perpendicular sobre el eje anterior- posterior. Gracias a su dominio y experiencia en el montaje nos damos cuenta de su habilidad para establecer nexos o raccords originales que sirven de conexión entre las secuencias. Obtiene un total provecho de la profundidad de campo  en doble beneficio: 1) decorados mostrados en su totalidad (sin recrearse jamás en ellos como hacen algunos o muchos en la actualidad) y 2) puede filmar dos acciones en paralelo dentro del mismo encuadre; la profundidad de campo puede esconder alguna figura oculta en principio para el espectador (“Las novias de Drácula”, “The Gorgon”) hasta manifestarse. Es lo llamado unheimlich visual, usado ya por el Expresionismo Alemán: Sí, era una época donde el fantástique  se servía del plano- contraplano para sorprender y aterrorizar (en líneas generales hoy se utiliza la grosería fílmica y el exceso de todo con gran profusión de efectos especiales). Este recurso, además de acertada maniobra estilística, fundamenta una concepción diferente: sugerencia e inquietud antes del susto fácil. Fisher muestra siempre, aunque en pocas ocasiones, al monstruo y lo relaciona con los seres humanos, no nos deja en la duda (como en la serie de Valt Lewton, películas casi todas dirigidas por Jacques Tourneur) y siempre  sobre la base bien- mal. Este fue el estilo de Fisher, sencillamente inigualable.
                                                Narcís Ribot i Trafí
1)- “Terence Fisher”- Joaquín Vallet Rodrigo- Ediciones Cátedra- Colección “Signo e Imagen”/Cineastas-Madrid (2013)- Según noticias hará su aparición dentro de algunos días. Le deseo mucha suerte.

2)- Hammer Films empezó como modesta compañía cinematográfica fundada por William Hinds en 1934 (utilizaba el seudónimo de Will Hammer, de ahí el nombre de la empresa) en asociación con Enrique Carreras (poseía un negocio de café en la Costa Brava), siendo su hijo y sucesor, el coronel James Carreras, quien ocupe su lugar cuando distribuyan películas americanas en Inglaterra mientras producían otras con pequeño presupuesto. Al dedicarse al fantástico el horizonte de la compañía cambió totalmente. Michael Carreras, hijo de James y nieto de Enrique, substituyó a su padre más adelante y Anthony Hinds hizo lo propio con el suyo.
3)- Los mitos clásicos: Frankenstein, Drácula, la momia, el hombre- lobo, el fantasma de la ópera se dieron a conocer codificados por Universal aunque hubiera versiones mudas de alguno de ellos. En el caso del Dr. Jekyll- Mr. Hyde fue Paramount la productora del primer film sonoro del personaje (dirigida en 1932 por Rouben Mamoulian e interpretada por Fredric March en su doble rol). Diez años después M.G.M. compró los derechos para realizar Victor Fleming con Spencer Tracy su versión. Universal solo tocará al personaje en la parodia “Abbot and Costello metes Dr. Jekyll and Mr. Hyde” (Charles Lamont, 1953), protagonizada por Boris Karloff.

4)- Val Guest, John Gilling, Freddie Francis o Roy Ward Baker al menos filmaban de forma clásica. Obras interesantes pero sin la poliédrica visión de Fisher quien iba mucho más allá de explicar un cuento de hadas de terror. El fantástico es un género privilegiado, puede decir más cosas más allá de lo expuesto sin manipular (cuando se ha ”manipulado” directamente devendrá un desastre). Más tarde, al venir realizadores de TV, con algún acierto, también es verdad --- Peter Sasdy, Peter Sykes, Alan Gibson --- la productora cerrará sus puertas, iniciándose el largo (o sin fin) y lamentable período del fantástico de la incompetencia y del exceso, hablando en términos generales.   

miércoles, 8 de mayo de 2013

EL ANILLO DEL NIBELUNGO, TETRALOGIA WAGNERIANA




La llamada “Tetralogía” del “Anillo del Nibelungo”, de Richard Wilhelm  Wagner (1813- 1883) consta, como el título indica,  de cuatro partes: “El Oro del Rin”, “La Walkiria”, “Sigfrido” y “El Ocaso de los Dioses”. Las cuatro piezas suman 14 horas de música en escenario y es la obra cumbre de Wagner: fuerza, sólida construcción dramática y su bien vertebrada e impetuosa música indefectiblemente consubstancial al formidable planteamiento expuesto (Wagner era uno de los escasos creadores de ópera que elaboraba la música y el libreto; la mayoría componían una música e inmediatamente encargaban a un libretista que escribiera “el guión”). Es la obra magna wagneriana aunque algunos prefieren la refinada, cromática e igualmente maravillosa “Parsifal”. Veinticinco años tardó Wagner (1848- 1874) en crear esta “Tetralogía”, una obra sin parangón en el campo de la ópera. Marcel Schneider nos habla de “ideas-fuerza” típicamente perdurables: la walkiria y su casco con alas de gaviota, el rubio bárbaro Sigfrido, el dios Wotan apoyado en su lanza, etc. La música que comprende cualquiera de las cuatro partes del “Anillo del Nibelungo” sorprende y sensibiliza aunque en ocasiones sea estrepitosa, terrorífica, aplastante… pero apasiona desde que fue creada.
Wagner se basó en un abanico de poemas sobre mitología escandinava como los de Edda (compuestos entre el 800 y el 1250) o los del olvidado “Nibelunge-Nöt”, especie de transcripción germánica de estos logros fantásticos referentes a la mitología escandinava. Nuestro hombre reunió obras de diferentes fuentes y las fundó en una perfecta y propia unidad nacida exclusivamente de su extraordinario genio, escribiendo y anulando proyectos originales una y otra vez hasta dar la forma final que conocemos. El autor disminuyó los personajes humanos a favor de los dioses junto con otras figuras totalmente fantásticas: walkirias, dragones, elfos, gigantes, enanos, ondinas, etc., substituyendo la mitología griega por la escandinava. Nadie no se atrevió a tanto…su influencia perduró en la futura música, especialmente sinfónica (Anton Bruckner, Gustav Mahler).
La tetralogía o trilogía (si se considera “El Oro del Rin” como prólogo) combina con gran acierto ideas, creencias, religiones y teosofías de diferente índole (muy marcada por una fuerza inequívocamente cristiana).
“El Oro del Rin” nos relata una serie de faltas inexpiables (nos hace pensar indefectiblemente en el pecado original), Wotan comete el crimen que desequilibrará la armonía cósmica; hay ambiciones, mentiras y deseos de inmortalidad.
“La Walkiria” comienza a desarrollar los problemas planteados en “El Oro del Rin” (posee quizás el fragmento más popular de la tetralogía: “La cabalgata de las walkirias”) donde un héroe nacido de las relaciones incestuosas de los hijos de Wotan será el encargado de arreglarlo.
“Sigfrido”, este hijo y título del tercer capítulo, trabaja incansablemente para purificar el mundo y así borrar la falta de su abuelo, el dios Wotan. Este proclama la libertad del hombre y su redención.
“El Ocaso de los Dioses” cierra esta singular y fabulosa historia: unas convulsiones de signo apocalíptico que rompen con el pasado abren paso a un mundo nuevo (todo se hunde, todo renace: concepción milenarista). El acuerdo final (tema de liberación) ofrece las justas esperanzas de futuro de este mundo nuevo producido después del hundimiento de las fuerzas maléficas.
Las cuatro partes, está claro, pueden escucharse independientemente pero es mejor sentirlas una detrás de otra en el orden establecido aunque ello sea bastante difícil. “El Anillo del Nibelungo” es una perfecta obra en su forma y estilo.
También curioso es observar que el nazismo se identificara tanto con la música wagneriana, usada para sus abyectos fines, especialmente con la “Tetralogía” y, ni Hitler ni sus seguidores, vieran en ella una premonición a lo que sucedería al III Reich: su hundimiento y el nacimiento de una Alemania y una Europa nuevas…
                                                                         Narcís Ribot i Trafí 

sábado, 4 de mayo de 2013

WAGNER: DE LA ÓPERA AL DRAMA MUSICAL



En su ideal de unificación de la poesía con la música --- además de las artes escénicas, la interpretación e incluso una nueva, difícil y original forma de canto --- el sin par Richard Wilhelm Wagner (1813-1883) puso difícil la tarea de historiadores y musicólogos en referencia a la nomenclatura de sus obras. En un principio se sirvió de las formas, ya conocidas, de la ópera convencional. Sus primeros trabajos estaban “rutinariamente bien hechos”, con las lógicas deficiencias del principiante (Wagner no nació como genio, se hizo; no fue “niño prodigio” como Mozart, Schubert o Mendelssohn): “Las Hadas” (1834), “La Prohibición de Amar” (1835) --- en un intento de atraerse el público francés --- o “Rienzi” (1840), con momentos de excelente música pero lastrada por su larga duración (seis horas) y un libreto demasiado esclavo de la historia. En la segunda etapa aún coexisten ballets, recitativos y arias, posteriormente eliminadas y substituidas por una melodía continua y lírica, a veces cercana al “parlando” según exigencias de la obra y con la aparición del “leiv motiv” (no fue Wagner su creador pero si quien mejor lo usó) además de la orquesta de matiz claramente sinfónico. Es la etapa de sus “obras románticas”. En cierta manera nos recuerda la expresividad de Weber pero Wagner con “El Holandés Errante” (también conocido como “El Buque Fantasma”, 1841), “Tanhauser” (1845) y “Lohengrin” (1848) entra por méritos propios en el Romanticismo musical alemán.
Ha sido siempre un error calificar/clasificar de óperas los logros de su tercera etapa. La denominación de “Drama Musical” no convenció al propio autor pero ha subsistido (más que la de “Ópera Sinfónica”) como también es una lamentable equivocación representarlas en escenarios dedicados a las óperas: la ingente “tetralogía” de “EL ANILLO DEL NIBELUNGO”, formada por “El Oro del Rin” (1854), “La Walkiria” (1856), “Sigfrido” (1871) y “El Ocaso de los Dioses” (1874), siguiendo con “Tristan e Isolda” (1859), quizás la obra más perfecta del autor, la cómica “Los Maestros Cantores de Núremberg” (1862) para acabar con la grandiosa “Parsifal” (1882). Mucho se ha hablado de estas obras portadoras todas ellas de novedad musical, quisiera ahora señalar algunos de estos logros:
--- la admiración de Wagner por Beethoven, el teatro griego, Dante y Shakespeare confluyen/influyen con su inspiración: ante todo Wagner es poeta, después músico, no añade melodías conseguidas y/o pegadizas a unos libertos ajenos (por esto nunca musicó libretos de otro, la poesía y el drama brotaban al unísono de la música) ---
--- el uso del “leiv motiv” suele representar una persona, una cosa, un estado anímico e incluso una abstracción. Exquisitos cambios armónicos y melódicos, a pesar de permitir mutaciones, poseían trazos similares que permitían entrelazarse y constituían el tejido sinfónico el cual daba pie a una música atrevida, cromática, inigualable ---
--- también la orquesta adquiere dimensiones colosales en combinación con el canto (un instrumento más de la orquesta) ---
--- los cambios de escena han de realizarse ante el espectador sin bajar el telón, ayudando con ello a la evolución de la trama de manera similar a la narración literaria---
--- la leyenda y la mitología eran las fuentes inagotables (magistralmente utilizadas, alargadas o reducidas, por Wagner). Con estas premisas, aparte de “Rienzi”, el autor abandona toda ligazón histórica ya que con estas tramas intemporales se sentía mucho más libre… la no interrupción del desarrollo del argumento mediante intermedios (cfr. “El Holandés Errante” en un solo acto a pesar que a veces se representa en tres), el hacer oscurecer toda la sala para que el público se fije solo en la acción del escenario y el no permitir la entrada una vez comenzada la sesión (antes de Wagner la iluminación del escenario era la misma de la del teatro y el público entraba y salía continuamente) ---
--- crear un lugar adecuado para representar sus dramas  (Gran teatro de los Festivales Wagnerianos de Bayreuth) ---
Con esta amalgama de elementos el autor conseguía su propósito… Su música puede o no gustar pero es indudable que Richard Wagner --- en cierto sentido el músico más original, precisamente por ser músico- poeta --- es una de las figuras más grandes de toda la historia del arte.
Se cumplen 200 años del nacimiento de Wagner, también de Giuseppe Verdi (1813-1901) como los 100 años de la terminación de “La Abstracción Lírica” de Kandinsky si pasamos al campo de la pintura. Supongo harán algo en algunas localidades, en otras los representantes políticos responsables de la “Cultura” o “Kultura”, para ellos, ni se han enterado, no interesa; solo espectáculos populacheros, muchos con grado supino de ordinariez y chabacanería…Quizás sea propio de nuestro país que los responsables de “Cultura” no sepan el significado de la palabra o, a lo mejor Wagner, Verdi y Kandinsky no militaran en el mismo partido político de aquellos que acceden a un cargo por llevar el carnet en la boca…

                                                     Narcís Ribot i Trafí