miércoles, 25 de abril de 2012

FRANKENSTEIN, DEL PAPEL AL CELULOIDE


“Nadie podrá imaginar nunca el horror de mi trabajo llevado a cabo en secreto, moviéndome en la húmeda oscuridad de las tumbas”. ( “Frankenstein”, de Mary Shelley)
        En Villa Diodati, residencia suiza de lord Byron, Mary Wollstonecraft Shelley (amante y después esposa del poeta Percy B. Shelley) escribió en 1816 la historia de “Frankenstein”, considerada por muchos como la primera obra de Ciencia- Ficción. En junio de este mismo año un grupo de amigos pertenecientes al movimiento romántico --- además de Percy y Mary se encontraban George Gordon, 6º barón de Byron y su médico de cabecera y amigo John William Polidori --- decidieron escribir, cada uno, un cuento de terror animados y forzados por la lluvia y el mal tiempo que les retenía en la mansión. Al volver el buen tiempo Percy y lord Byron desistieron en su empeño de acabar sus respectivas narraciones, solo Mary y Polidori cumplieron, éste escribió “El vampiro” (una de las inspiraciones de Bram Stoker para confeccionar en 1897 su inmortal “Drácula”) y aquella muchacha con solo 18 años pergeñó “Frankenstein, o el moderno Prometeo”, una fábula moral en un relato de terror, donde un joven científico crea un ser artificial con restos de cadáveres para acabar todo en tragedia.
Sobre la reunión de los intelectuales románticos se ha escrito mucho (1) y también se han realizado películas como “Ghotic” (“Ghotic”, 1986), de Ken Russell con su acostumbrada borrachera planificativa, lanzando la cámara en un delirante/mareante tiovivo repleto de gratuidades, la española “Remando al viento” (1988), de Gonzalo Suárez, de puesta en escena reposada y, quizás, un poco lenta y “Haunted Summer(“Verano atormentado, 1988), de Ivan Passer, que sigue inédita para mi.
La novela de Mary Shelley es una profunda reflexión moral y ética, muy avanzada en su época. Con pinceladas nos muestra el hallazgo del profesor pero elimina cualquier descripción científica del experimento. Él ha descubierto una energía eléctrica que puede dar vida a un cuerpo debidamente preparado. En la novela hay un retorno admirativo del pasado: revisión de la mitología griega (no en vano el relato se subtitula “El moderno Prometeo”), una valoración de la alquimia (se citan los nombres de Cornelio Agripa, Paracelso y Alberto Magno) así como la realización de unos ideales “desafiantes de lo establecido”, aparte de actuar como catalizador del avance de las ciencias y de los nuevos planteamiento, cosa totalmente alejada de la versión cinematográfica de James Whale (1931), que quedó como clásica, filmada más de cien años después del libro.
Nace el cine. Después del cortometraje de J. Searle Dawley (USA, 1910), “Frankenstein”, “Life without Soul”, de Josep W. Smiley (USA, 1915), película desaparecida y “Il mostro di Frankenstein”, mediometraje de Eugenio Testa (Italia, 1920), también desaparecido llega la versión clásica de James Whale para Universal (1931), “Frankenstein” (“El Dr. Frankenstein”) cuando la productora de Carl Laemmle Jr. ha decido introducirse definitivamente en el género fantástico y de terror (debemos a Universal, entre otras, la magnífica versión muda de Rupert Julian, protagonizada por Lon Chaney, “El Fantasma de la Ópera”) --- a poco del nacimiento del cine sonoro --- tras el éxito de “Dracula(“Drácula”, 1931), de Tod Browning e interpretado por Bela Lugosi. Se estaba preparando la adaptación de “Frankenstein” a cargo de Robert Florey con Bela Lugosi como la criatura, pero endiosado por el éxito de “Drácula”, rechazó el la interpretación del personaje por no querer servir de percha al maquillaje además de estar desprovisto de diálogo y Florey perdió la dirección (relación tensa con Laemmle) aunque dirigiera otros títulos (“Los crímenes de la calle Morgue, con Lugosi, 1932, según relato de Edgar Allan Poe).
I- ETAPA: UNIVERSAL
James Whale dio el rol del monstruo a un amigo suyo que había interpretado papeles secundarios: Boris Karloff. A partir de ahora será difícil desasociar el nombre de Frankenstein (la criatura robará el apellido al creador) a Karloff, enfundado con el incomparable maquillaje de Jack P. Pierce (un ser rectangular y cuadrado en toda su composición, con dos electrodos en el cuello y rematado con dos enormes zapatos de plomo que le permiten hacer movimientos de inclinación semejantes a un tentetieso), genial --- el mejor hallazgo  en caracterizaciones del cine fantástico, sin lugar a dudas --- pero totalmente alejado de la concepción descrita por Mary Shelley. Universal realizó ocho films sobre los personajes de la escritora, los tres primeros interpretados por Karloff, los cinco restantes por Lon Chaney Jr. (famoso por su personaje que encarnó cinco veces de Larry Talbot, el hombre-lobo), Bela Lugosi (que en su decadencia aceptó el papel rechazado de antaño) y Glenn Strange en las tres últimas películas, acentuando la imagen del “robot de carne”, en las antípodas del ser torturado y, a la vez, reflexivo ideado por Mary Shelley.
James Whale utiliza ingredientes del Expresionismo Alemán presentando lo real como un saco abierto, un universo normal donde poco a poco va introduciendo lo “fantástico”, subrayado enfáticamente por la puesta en escena: lo subversivo forma una burbuja creando otro nivel, otro estadio; la planificación siempre señalará al monstruo como amo de su mundo separándole del entorno donde se mueve. No hay un solo lamento de la criatura por su condición de marginado, como en la novela, su maldad proviene de un error por parte de Frankenstein al injertarle el cerebro de un asesino perturbado. Por otra parte el personaje de Henry Frankenstein (Víctor, en la novela) al trastornar el orden --- momentáneamente --- pasará al arrepentimiento y como penitencia encabezará el grupo de perseguidores de su propia obra y nadie le pedirá responsabilidades (heredero de la baronía de los Frankenstein). Sin dejar de ser una aportación personal con momentos muy bellos el título está lejos de la pretendida originalidad otorgada (basada directamente en una obra teatral, no en el relato de Mary Shelley). La escena (desaprovechada), p. e. donde el monstruo se presenta ante la aterrorizada Elizabeth y huye después confiere una frialdad y un vacío dentro de la narración y, sobretodo, la de la niña que el monstruo mata irresponsablemente (se acaban las flores que lanzan al río y la arroja a ella…), cortando la escena continuativa donde el engendro se desespera y con las manos en la cabeza huye lamentándose al comprobar que el cuerpo de la niña se ha hundido… Si no se hubiera suprimido esta secuencia la película subiría muchos enteros.
Cuatro años después Whale dará una continuación la cual se erigirá en su obra maestra y en una de las obras cumbres del “fantastique”, “Bride of Frankenstein” (“La novia de Frankenstein”, 1935), muy superior a su antecesora, rompiendo la regla de “Nunca segundas partes fueron buenas”, en este caso fueron muchísimo mejores. En algunos momentos Whale no prescinde de su método/estilo (formación del mundo “fantástico” que se introduce en el real, separación de lo normal- monstruoso) pero en otros aúna los vectores (los más fulgurantes de la cinta) lo cual hace pensar en el universo de Tod Browning (unión/ fundición real- fantástico) y consigue una aportación menos maniquea y más abierta a las necesidades heterogéneas del género fantástico.
Al humanizar al monstruo- Karloff provocó el desacuerdo de los productores de Universal (por lo visto muy alejados del “fantastique”, con la el único deseo de ganar dinero) y, a pesar del éxito artístico y comercial de la película, supuso la marginación de Whale. Los seis films restantes de Universal fueron concedidos a otros realizadores para que, a partir del quinto, se mezclara con otros personajes del terror también en decadencia (2), buscando la espectacularidad que de rendimiento en taquilla y olvidándose de la reflexión. Con todo se consigue un lirismo delirante que atrae el aficionado al género aunque resulte sorprendente la mixtura de personajes tan diferentes entre si (p. e. en el cartel publicitario de “La mansión de Drácula”, séptima del ciclo, leemos: “Todos juntos: “El monstruo de Frankenstein”, “El hombre- lobo”, “Drácula”, el doctor loco, la jorobada….”). Es justo reconocer, sin embargo, “Son of Frankenstein” (“La sombre de Frankenstein”, 1939), de Rowland V. Lee, tercer jalón de la serie como una película preciosamente barroca y más expresionista que nunca. El perfecto contenido del plano hace que el film de V. Lee, sin igualar la excelsa “La novia de Frankenstein”, supere al primer film de Whale, siempre sobrevalorado.
Olvidables films de teenagers , películas sueltas de otras productoras, como el curioso “Frankenstein 1970” (“Frankenstein 1970) realizada por Howard W. Koch en 1958 con el reclamo de Boris Karloff como último descendiente del “hombre que creó un monstruo”, llegamos a una modesta productora británica que renovará totalmente el mito y los dos personajes que lo componen (creador y criatura).
II ETAPA: HAMMER
El realizador británico, hasta entonces desconocido, Terence Fisher (1904- 1980), a quien la productora de James y Michael Carreras, Hammer Films debe  prácticamente todo su éxito, volverá paciente y concienzudamente a las fuentes de la historia  renovándola desde otro punto de vista más material y realista, más reflexivo e igualmente poético, insinuando además la parte sexual velada en las versiones de los años 30-40 y centrándose mucho más en el profesor y su experimento que en el ser creado por él. En su primera confrontación “The curse of Frankentein” (“La maldición de Frankenstein), producida en 1957 fue el estreno de Hammer en el género de terror y fantasía (el éxito en 1955 de “El experimento del Dr. Quatermass”, de Valt Guest, pequeño y logrado film de Ciencia- Ficción, les hizo ver las posibilidades del género fantástico). Aquí Fisher presenta un byroniano doctor Víctor Frankenstein desde su juventud (magnífico Peter Cushing, quien repetirá su rol cinco veces más) enfrentado con una inmovilista sociedad victoriana la cual no ve con buenos ojos los experimentos del profesor. Si el doctor en la serie Universal (Colin Clive en las dos primeras cintas) estaba perfectamente integrado en la sociedad, solo sufriendo la “locura” pasajera a raíz de sus descubrimientos para luego renegar y perseguir a su creación, al de Hammer le vemos la evolución de su persona a partir de su infancia: asesinará sin dudarlo para conseguir un cerebro (luego estropeado por un trozo de cristal lo cual hará de su criatura un ser brutal e indomable) y hará ejecutar por el monstruo a su criada que le chantajea. La creación (maquillaje de Phil Leakey), aquí menos importante que el creador (encarnado por Christopher Lee que un año después interpretaría junto a Peter Cushing y bajo la dirección de Fisher aquel inimitable “Drácula”, la mejor versión de la obra de Stoker) está bastante más cerca de la idea de Mary Shelley que la concepción clásica de Universal pierciana- karloffiana: un cuerpo creado en base de diferentes cadáveres con señales de cosidos y operaciones quirúrgicas. El primer Frankenstein en color fue un éxito que Hammer/Fisher prolongaron con “Revenge of Frankenstein” (1958), solo vista en España por RTVE. Al igual que Whale, Fisher se superó en su segunda entrega. Podríamos decir que “Revenge of Frankenstein” es la mejor versión del mito. Como pasará en otros títulos de Hammer el monstruo ya no aparece (ha quedado totalmente destruido por el fuego y ácido), el profesor ha sido condenado a la guillotina por los crímenes cometidos por su criatura y en un supremo esfuerzo por salvarse soborna al verdugo y a su deforme ayudante siendo ejecutado en su lugar el sacerdote quien le escuchó su historia en el capítulo anterior. Frankenstein, con nombre falso, dirige un hospital para indigentes y continúa experimentando en contra de todos (barriobajeros, burguesía, los otros médicos por envidia, las autoridades), su nombre inspira horror. Finalmente al descubrirse su identidad los indigentes le apalearán casi a muerte pero, siguiendo sus enseñanzas, un alumno trasplantara su cerebro a otro cuerpo idéntico para después abrir una nueva consulta en Londres. Venganza y victoria final.
Tras el eslabón de Freddie Francis, “Evil of Frankenstein” (1964) --- nada desdeñable por cierto (guión de John Elder, pseudónimo de Anthony Hinds, uno de los propietarios de Hammer Films) --- que retoma la imaginería de Universal, incluso el monstruo se parece a Boris Karloff (Kiwi Kingston) y que pudimos ver gracias al Festival de Sitges, Terence Fisher dará una versión profundamente sexualizada, “Frankenstein created woman” (1966) con un guión solo parcialmente conseguido de John Elder, interesante pero inferior a los de Jimmy Sangster, autor de los dos primeros títulos de la serie. Aquí se trata de la transmigración de almas.
Con “Frankenstein must be destroyed” (“El cerebro de Frankenstein”, 1969) es otra obre maestra de Terence Fisher y del género, con un Peter Cushing en plena forma, dándonos el barón Frankenstein más cínico y cruel (chantajea, viola, roba, asesina) de toda la serie mientras el realizador daba su canto de cisne con “Frankenstein and the monster from Hell”, 1973 (en España lo vimos al reproducirse hace algunos años en soporte DVD, al igual que “Frankenstein created woman”) donde ya no pudo contar con los habituales colaboradores (el decorador Bernard Robinson había fallecido en 1970 y el cámara Arthur Grant en 1972), el público se interesaba por otras variantes del género, el estilo televisivo había invadido el cine, también Hammer, nuevos realizadores como Peter Sasdy, Peter Sykes o Robert Young diseñaron productos lights perdiendo la poesía y el encanto de antaño pese a la rebuscada perfección formal pero Fisher consiguió un film interesante --- auténtico reciclaje de sus anteriores trabajos --- aunque no tuvo éxito en taquilla. En 1970 el ex guionista Jimmy Sangster probó suerte como realizador con algunos films para Hammer. Prácticamente adaptó su propio guión de “Curse of Frankenstein.” para “Horror of Frankenstein” (“El horror de Frankenstein”), interesante como humor negro pero sin alcanzar los niveles conseguidos por Fisher (el profesor fue interpretado por Ralph Bates, única ocasión donde no era Peter Cushing).
Fuera de Hammer y Universal se han hecho innumerables versiones más o menos acertadas cuando no bodrios infames como la parodia “El jovencito Frankenstein”. Veremos que nos depara el futuro………….
                                             Narcís Ribot i Trafí

1)- Es interesante un estudio sobre Mary Shelley editado por Alderabán S.A. (1999): “Mary Shelley, la gestación del mito de Frankenstein”, de Pilar Vega Rodríguez.
2)- Las ocho películas de Universal son:
“Frankenstein” (“El Dr. Frankenstein”, 1931), “Bride of Frankenstein(La novia de Frankenstein”, 1935), ambas de James Whale, “Son of Frankenstein(“La sombra de Frankenstein”, 1939), de Rowland Van Lee (en el pase televisivo de 1971 se tituló  literalmente “El hijo de Frankenstein”), “Ghost of Frankenstein”, 1942, de Erle C. Kenton (no se estrenó comercialmente en España, en el citado pase por RTVE se tituló “El fantasma de Frankenstein”), “Frankenstein meets the wolfman” (“Frankenstein y el hombre-lobo”, 1943), de Roy William Neill, “House of Frankenstein” (“La zíngara y los monstruos”, 1944), “House of Dracula” (“La mansión de Drácula”, 1945), ambas de Erle C. Kenton y la parodia “Abbot and Costello meet Frankenstein”(“Abbot y Costello  contra los fantasmas” 1948), de Charles T. Barton


domingo, 8 de abril de 2012

RECORDANDO A JOSÉ ANTONIO NIEVES CONDE

A los seis años de su muerte algo se ha conseguido sobre el conocimiento del cine de José Antonio Nieves Conde aunque para muchos aún sea un desconocido y queda más para hacer, siempre y cuando se tenga un mínimo de interés para (nuestro) cine. La cuestión está clara para este cineasta que está a la altura de Berlanga o de Bardem: Nieves Conde fue falangista y voluntario en el ejército nacional durante la Guerra Civil (le cortó su carrera de derecho) para entrar en la radio y en la prensa como crítico cinematográfico después del conflicto. Era un falangista decepcionado del régimen franquista. Consiguió filmar “Surcos” (1951), su obra maestra, que narraba peripecias y dificultades de una familia rural de postguerra emigrante a la capital para ser allí víctima de la explotación, el engaño, el estraperlo, el paro, el hambre y la prostitución; un retrato agrio y real de aquella sociedad. Aprovechando su amistad con José María García Escudero, responsable de la Dirección General de Cinematografía (el caso le costó perder su puesto pero lo recuperó en 1962) atendiendo que, además, la película fue declarada “de interés nacional” y pasó la censura. El escándalo fue inconmensurable. Hubo las correspondientes y fuertes quejas y el realizador aunque siguió trabajando fue marginado. Al ser un hombre teóricamente de derechas continúa siendo olvidado por los “comisarios políticos” al servicio del partido en el poder dentro de la democracia quienes nos dicen lo que hemos de hacer  y --- en cine --- las películas que hemos de ver. Pero Nieves Conde era un hombre y un cineasta honesto y plasmó en la pantalla lo que él pensaba. Tenía su lógica. “Algo de mi procedencia falangista hay en “Surcos” dijo el realizador. La Falange fundada por José Antonio Primo de Rivera y Sáenz de Heredia, a la cual pertenecía Nieves Conde, prácticamente desapareció en 1937 cuando el “Caudillo” fusionó Falange y Requetés bajo su jefatura, apareciendo la “Falange Tradicionalista y de las JONS” que nada tenía a ver con la original, donde en su doctrina había una indiscutible defensa de los derechos del obrero. Evidentemente no interesaba (recordemos que el sucesor de José Antonio Primo de Rivera, Manuel Hedilla, fue condenado a muerte en dos ocasiones e indultado a continuación) y en el invento del futuro Jefe del Estado se refundían conservadores, monárquicos, ejército e Iglesia (al menos una parte). Tenemos el “Movimiento Nacional”, la base del llamado “Nacional- Catolicismo” que configuró sus años de gobierno.
Si Nieves Conde hubiera tenido la misma ideología política que el excesivamente alabado Luis Buñuel, hoy en día hubiera estado en un pedestal a su lado pero solamente con su forma de actuar podía manifestar la crítica más ácida de cómo era la vida dentro del régimen franquista (personalmente quiero mucho a la democracia a pesar de sus defectos pero he de decir que en algunos aspectos de la vida no se ha mejorado y en otros es peor que antes). Por eso está totalmente justificado el título de un escrito “Un genio incómodo” ya que en la actualidad no encontraríamos ningún cineasta capaz de señalar aspectos (aunque solo fueran unos pocos) de la pésima gestión del pasado ejecutivo, el peor de la época democrática (sería como el perro que muerde la mano de su amo cuando le da comida) el cual nos ha dejado una serie de leyes atroces, una filosofía relativista para justificarlo todo, una pérdida de auténtica cultura y otros valores, la dudosa creación del colectivo “ni- ni”, los parados que llegaron a los cinco millones y las ridículas acciones de algunos miembros (y “miembras”) ministeriales con serios problemas con la cultura, la auténtica, no la de su partido además de la manipulación informativa en lo referente a lo llamado “Memoria histórica” que nunca han recordado en estos ocho años de desgobierno, p. e., la colaboración pura y dura del PSOE con la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, el golpe de estado frustrado del año 1934 contra --- como se dice --- “la legalidad vigente” (lamentables incidentes en Asturias) al intentar imponer a la fuerza la “Dictadura del Proletariado” y donde, irónicamente, el futuro “Caudillo” fue uno de los que reprimió a los insurrectos a las órdenes del gobierno republicano, la desaparición de las reservas de oro y los responsables, huída de la mayoría de los capitostes dejando a sus militantes en manos de los vencedores, la chispa que finalmente encendió la Guerra Civil al asesinar a José Calvo Sotelo y propiciando el levantamiento militar pensado por los generales Emilio Mola Vidal y José Sanjurjo Secanell, las matanzas de Paracuellos y en otros lugares, etc. Esto también es “Memoria histórica”. Será difícil que alguien las plasme en pantalla. Más probable es --- a pesar del cambio del citado ejecutivo --- que se nos continúe entreteniendo con las obsesiones de Almodóvar, con las manipulaciones de Amenabar o con las groserías cinematográficas de Santiago Segura.
El estilo de nieves Conde era austero, utilizando los planos más adecuados en función de la obra; se sentía gusto en escenas de tratamiento cerrado sin ornamentación gratuita ni entretenimientos para desviar la atención demostrando que su aprendizaje había sido muy provechoso. Fue quien realizó la crítica más aguda a la España de aquellos años y al describir los problemas sociológicos su cine fue llamado “Neorrealismo a la española” con pretendida similitud con el Neorrealismo italiano pero lo único semejante con las películas de Rosellini, De Sica, De Santis o Visconti era eso: la temática social. José Antonio Nieves Conde nació en Segovia (1911) de familia numerosa y padre militar. Era amigo de Rafael Gil, Carlos Fernández Cuenca y Luis Gómez Mesa (a quien tuve el gusto de conocer en Madrid hace años), entró en el cine como guionista de “Vidas cruzadas” (1942), de Luis Marquina, adaptación de una obra de Jacinto Benavente para a continuación ser ayudante de dirección de Rafael Gil en “Huella de luz”(1942). Su ópera prima como realizador fue”Senda ignorada” (1946), un thriller con Alicia Palacios que le salió más que correcto (como en mucha parte de su obra, él también fue guionista). Muy interesante es “Angustia” (1947) que señalaba las dificultades económicas de unas personas (Amparo Rivelles, José María Rodero y Adriano Rimoldi) los cuales viven en una pensión dudando entre sueños y realidad y desembocando en típica narración policiaca mientras toda la historia es cerrada y opresiva. “Llegada de noche” (1949) es un tema ya tocado varias veces en el cine y que Nieves Conde rodó por compromiso (la desaparición de una persona que nadie reconoce como existente), según la novela de Hans Rothe mientras “Jack el negro” (1950) es una coproducción de Estados Unidos, Francia y España donde realizó poquísimas escenas ya que el peso del film recayó sobre Julian Duvivier. Es en los 50 donde nuestro hombre se consagrará definitivamente. El primer eslabón fue “Balarrasa” (1950), con argumento y guión de Vicente Escrivá, donde un impecable Fernando Fernán Gómez da vida a Javier Mendoza, apodado “Balarrasa” por su carácter valiente pero fogoso y pedante: al final de la Guerra Civil un compañero suyo muere de un disparo en una guardia que le correspondía a él; ello le provocará un cargo de consciencia que cambia radicalmente su vida y decide entrar en un seminario, antes de ordenarse sacerdote pasa una temporada con su familia descubriendo que sus tres hermanos llevan una vida frívola y, según como, fuera de la ley; una vez más él arriesgará su vida y aunque la hermana morirá en accidente consigue salvar a los otros dos; todo ello contado en flash-back que recuerda estando de misionero en Alaska donde muere en medio de una tormenta pero de forma tranquila. Las descripciones de cambio de vida militar- religiosa están muy bien conseguidas y como dice Francisco Llinás en su libro (*): “…los vencedores de la Guerra Civil son mostrados como parásitos que nada aportan a la sociedad”. Después del éxito (aparte de un abanico de premios) y la polémica de “Surcos” filmó un episodio (“El pescador”) de una película de sketchs, “El cerco del diablo” (1952), codirigida por Edgar Neville, Enrique Gómez, Antonio del Amo y Arturo Ruíz, una auténtica curiosidad dentro del cine español.  Después del drama “Rebeldía” (1953) llega otra joya, en este caso del cine policiaco, “Los peces rojos” (1955) y otro drama, “Todos somos necesarios” (1956) --- un médico acusado de matar un paciente --- para encontrarnos con otra pieza clave del cine social y de denuncia: “El inquilino” (1957), otra vez con un magnífico Fernando Fernán Gómez, explicando con amarga ironía las dificultades en conseguir una casa para poder vivir (problema persistente hoy en día). “Entre hoy y la eternidad” (1956) y “La legión del silencio” ya habían configurado a Nieves Conde como gran realizador. Continuó en los 60 con películas interesantes entre policiacos, dramas, biográficos- históricos (“Cotolay”, 1966, donde Vicente Parra interpreta a san Francisco de Asís) y una muestra de cine fantástico (le dediqué un escrito hace años en un semanario), “El sonido de la muerte” (1965), conocida también como “El sonido prehistórico”, realizada con un presupuesto muy exiguo y prácticamente en un solo decorado y que consiguió un galardón en el festival de Cine de Ciencia- Ficción y Fantasía de Trieste. Sus dos últimas obras vieron la luz en 1976: “Volvoreta” y “Más allá del deseo”, no tan destacables como las de los años 50-60 pero José Antonio Nieves Conde había demostrado ya el gran realizador que era, “incómodo para los dos bandos”. A pesar de todo es lo mejor que le podía pasar. Falleció en el 2006 a los 94 años de edad.
                                                       Narcís Ribot i Trafí

(*)- FRANCISCO LLINÁS: “JOSÉ ANTONIO NIEVES CONDE, EL OFICIO DE   CINEASTA”- Edición Semana Internacional de Cine de Valladolid (1995)- Es el único libro sobre el realizador.